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Inversión Sostenible: Derribando los muros del "Gueto ASG"

Iván Merillas Santos • jun 30, 2020

El escudo de las calificaciones ASG

Un nuevo escrutinio acecha a las empresas y el resultado de su rendimiento está creando inexorablemente un muro que delimita, lo que me he tomado la licencia de denominar como, el “gueto ASG”. Las calificaciones ASG, que miden el desempeño de las empresas en el plano ambiental, social y de gobernanza, y que está teniendo un creciente interés por el uso de inversores, gestores de fondos de inversión y pensiones e incluso por índices de referencia “sostenibles”, son el pasaporte para residir en tan privilegiado lugar.


La palabra gueto viene del italiano ghetto, y hace referencia al área separada en la que convive, de manera voluntaria o involuntaria, en mayor o menor reclusión, un determinado grupo étnico, cultural o religioso. Hoy en día, el uso de esta palabra se ha extendido a cualquier área en la que la concentración de un determinado grupo social es excluyente.


Las primeras inversiones catalogadas como socialmente responsables se erigían bajo el fundamento de la exclusión, eliminando de su universo de inversión aquellas empresas con actividades poco éticas a ojos del decisor. Y el marketing se encargó del resto, poniendo la etiqueta de inversiones éticas, para que de esta manera se pudiera destacar este punto diferencial con respecto a las inversiones tradicionales.


Hasta el comienzo de la crisis financiera de 2009, la Inversión Socialmente Responsable (ISR) era un gueto temático con tintes filantrópicos y con un peso muy residual. Sin embargo, durante esta última década la ISR ha ido adquiriendo tal relevancia que las empresas se disputan la entrada al gueto ASG porque les sitúa en una posición privilegiada, permitiéndoles una mejor financiación en los mercados. Lejos parece quedar ya ese aislamiento por convicción, por ética, por mantener la coherencia con los principios y valores empresariales.


Los proveedores de datos ASG están ejerciendo el papel de policía fronteriza a través de sus calificaciones, y esto está provocando ciertas tensiones debido a la amplia variedad de criterios a la hora de analizar una empresa desde el punto de vista de la sostenibilidad. A diferencia de las calificaciones crediticias, que están reguladas y tienden a regirse por factores desencadenantes específicos, como el nivel de apalancamiento, las calificaciones ASG muestran variaciones considerables entre los diferentes proveedores de calificación. 

Tesla es un ejemplo de estas discrepancias de valoración. La empresa de fabricación de coches eléctricos, liderada por Elon Musk, obtiene una calificación de “A” (dentro del rango “AAA” a “CCC”) por parte del proveedor MSCI, pero sin embargo el proveedor JUST Capital considera que se encuentra entre el 10% de empresas con peor calificación ASG, mientras que Eikon Reuters le otorga la calificación de “B-“ (en la parte media del ranking). 

Facebook tampoco se escapa a la disparidad de resultados. La agencia de rating S&P Global le otorga una nota de 21 sobre 100 debido a la preocupación existente por sus estándares de privacidad y transparencia. También recibe una calificación negativa por parte de Reuters, “D+”, mientras que MSCI califica a la plataforma de redes sociales en un rango comprendido entre el “BB” y “BBB”. 

Este hecho proporciona cierto desconsuelo entre los inversores que buscan formas rápidas y fáciles de poner una calificación de sostenibilidad a sus carteras para obtener el ansiado pasaporte ASG. Y para mayor desazón de los inversores, y también de los proveedores de calificación ASG, tenemos el desenlace de la disputa entre ISS ESG e Isra Vision ante el tribunal alemán, que envía una señal para el futuro de las inversiones sostenibles. 

La empresa de tecnología alemana, Isra Vision, había emprendido acciones legales contra la calificación de sostenibilidad que le había sido otorgada por la empresa ISS ESG, especializada en calificaciones ASG. La resolución judicial impide que una agencia de calificación considere que una compañía tenga una baja calificación en cualquiera de los indicadores ASG, por el simple hecho de no haber revelado los datos específicos al ser solicitados por la agencia. 

Pero, ¿cómo ser objetivo a la hora de evaluar la sostenibilidad de una empresa si no se dispone de los pertinentes datos? Los “halcones” de la sostenibilidad defienden que es transcendental que exista transparencia y que las empresas no carezcan de herramientas para ocultar sus deficiencias ASG. “Un puntaje de no divulgación es un puntaje bastante negativo”, según Simon McMahon, jefe de investigación de ESG en Sustainalytics en declaraciones a Moral Money

Sin embargo, este factor beneficia a las grandes empresas que disponen de mayores recursos para gestionar todas las solicitudes de datos que se puedan presentar, marginando a las empresas con menos medios materiales y humanos. Esto trae al debate una de las grandes críticas que reciben las agencias de calificación ASG, ya que sus puntuaciones se basan en los “hechos” que presentan las empresas que evalúan. Lo que significa que las empresas son más bien analizadas por su comunicación de sostenibilidad y su capacidad para trabajar a través de las pautas de los estándares externos, que por el desempeño real y las acciones sostenibles realizadas. 

Otro elemento controvertido en las valoraciones ASG es el enfoque del status quo. Las empresas son analizadas por el desempeño actual en términos de sostenibilidad, haciendo uso de un método best-in-class, y no tanto por las expectativas de mejora en los criterios ASG, perdiéndose de vista ese carácter dinámico de una metodología basada en el best-effort

Adicionalmente, también parece de especial importancia la necesidad de analizar cómo una empresa contribuye a un mundo mejor a través de sus productos o de los resultados obtenidos gracias a su I+D+i. No deberíamos encontrarnos con paradojas como que empresas fabricantes de tecnología médica que ayudan a salvar vidas obtengan calificaciones de sostenibilidad inferiores a compañías petroleras, a cadenas de comida rápida o incluso a grandes compañías tabacaleras. 

Así que, lo siento, traigo malas noticias para aquellos inversores que creen que hay una solución fácil para el análisis ASG. Nada más lejos de la realidad. No hay una calificación ASG ideal, sino que cada inversor debe forjar su propio modelo de análisis de sostenibilidad con una metodología robusta, eficaz, dinámica y flexible. Y su metodología deberá ser capaz de derribar los muros del gueto ASG, dinamitando los falsos pilares del greenwashing, del impact washing o del pink washing para que puedan aflorar todas aquellas empresas que realmente están luchando por un planeta y una sociedad mejor. 

Pero no todo es oscuridad y dificultades en el camino de la ISR. En el horizonte se divisan ciertos “vientos de cola” derivados del plan de acción que está llevando a cabo la Unión Europea para afrontar este reto del siglo XXI a través del Pacto Verde, las Taxonomías y la implicación en la consecución de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS).


Artículo publicado en la revista Ágora el 30 de junio de 2020


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